Colaboración: ARGENTINA FRENTE A LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL
Febrero 6, 2008, 9:15 am
LA CRISIS FINANCIERA HA LLEGADO
Es hora de admitirlo. El mundo ha entrado en una crisis económica de carácter recesivo. Siempre que se desata una crisis nadie quiere admitirla. Existe la creencia que reconocer la existencia de una recesión sólo contribuye a acentuarla. En parte eso es cierto. La incertidumbre sobre el futuro suele afectar la confianza de los inversores y paralizar la actividad económica. Nada más espantadizo que un inversor. Ante el menor rumor de recesión, estos personajes prefieren desensillar hasta que aclare.
Pero, aunque a algunos les cueste reconocerlo públicamente, la recesión mundial es un hecho. Corresponderá a los economistas determinar que la originó y cuál es dimensión. Aunque George Soros ha augurado que se trata de “una tormenta mayor que cualquiera que haya ocurrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.
En una recesión global un factor incide sobre otro en una suerte de efecto dominó. Menor actividad económica significa menos exportaciones, menos consumo, menos puestos de trabajo, menos turismo, etc. Por lo tanto, si Soros tiene razón, el crecimiento del PBI per capita se reducirá drásticamente. Posiblemente, a la mitad de su record histórico de los últimos cuatro años donde alcanzó el 4,5%.
SUS EFECTOS EN ARGENTINA
La pregunta que muchos se hacen frente a esta situación es ¿Cómo afectará la crisis a la Argentina? Nuevamente, los economistas locales temen reconocer el impacto de la crisis mundial sobre la economía argentina. En especial temen ser acusados de generar pánico económico y atentar contra la política económica. Es que el gobierno suele practicar lo que Miguel Ángel Broda califica de “estrategia de barra brava” cuando alguien caracterizado formula una posición diferente. Mata al mensajero antes de evaluar la importancia del mensaje.
En consecuencia, la mayoría de los economistas argentinos optan por la prudencia al momento de evaluar el impacto local de la crisis mundial. Los más cercanos al poder, hablan incluso de un blindaje frente a la crisis gracias a las exportaciones de soja. Aunque hablar de blindaje en Argentina es como mencionar la soga en casa del ahorcado.
Los más realistas reconocen que la crisis impactará negativamente sobre la economía argentina pero minimizan este efecto negativo. Argumentan como Broda que el país esta en default, alejado del sistema financiero y sin inversiones directas, es casi inmune a la crisis. En otras palabras, estamos tan mal que nada nos puede afectar demasiado. Lamentablemente, esto no es cierto. No importa lo mal que estemos, siempre se puede estar peor.
¿Quién puede creer que, en un mundo globalizado y altamente interdependiente, un proceso recesivo en la mayor economía del planeta -20% de la actividad económica global- no afectará significativamente a todos los paísés? Sin dudas, los efectos negativos serán mayores en las economías más débiles entre las que se encuentra la argentina.
Recordemos aquel relato de 1952, donde Ray Bradbury, narraba como la muerte accidental de una mariposa en el Cretácico, durante un safari en el tiempo para cazar dinosaurios, provocaba una serie de transformaciones en cadena que culminaban en, la Chicago futurista de 2055, en una tragedia ecológica. Así de interconectado se encuentra el mundo actual.
Para los argentinos es sencillo recordar el impacto que sobre el país tuvieron otras crisis, surgidas en geografías remotas, sobre la década pasada. Crisis como la de las bolsas asiáticas, la de Rusia, el Efecto Tequila o la devaluación brasileña o Efecto Caipirinha, de 1997, jugaron un rol destacado en el proceso recesivo que condujo al traumático final de la convertibilidad.
Veamos otro ejemplo para evaluar correctamente la dimensión del problema. El turismo es en la Argentina la tercera fuente de divisas. En el 2007 ingresaron al país 4.542.996 turistas que gastaron aquí 4.173,2 millones de dólares. Con un proceso recesivo afectando a los Estados Unidos, Europa y Japón. ¿Cuántos turistas y dólares de estos países llegaran a Argentina durante el 2008 y el 2009?
Algo similar podría decirse de la producción y exportación de autopartes. En 2007 la producción de autopartes alcanzó la cifra record de 5.448 millones de dólares, de los cuales 2.144 millones se exportaron. El sector comprende 62.000 puestos de trabajo. ¿Una recesión mundial tampoco afectará a esta actividad no tradicional? ¿No se perderán empleos si desciende la producción de automóviles o las exportaciones de autopartes?
Dos hechos son indiscutibles. Hay una crisis recesiva mundial y esta crisis afectará negativamente al nivel de actividad económica de la Argentina.
LA DIARQUÍA KIRCHNERISTA FRENTE A LA CRISIS
La crisis era evidente a finales de octubre de 2007 cuando Cristina Fernández de Kirchner se impuso en las elecciones presidenciales. Muchos de sus votantes seguramente esperaban que profundizara los éxitos de la gestión económica de su esposo –cuatro años de crecimiento económico a tasas muy altas- corrigiendo sus errores.
No obstante, pese a que la situación internacional y nacional no es la misma de mayo de 2003, el binomio gobernante insiste en la misma receta sin cambios. Renovó los superpoderes para manipular el presupuesto nacional al margen de los controles institucionales. Para superar la falta de financiamiento externo colocó más bonos en Venezuela a la generosa tasa del 10,5% -muy superior a la del FMI-; aumentó las retenciones al agro y, por último, se apropio del dinero de los jubilados. Le cambió mil millones de dólares al ANSES y las AFJP por más bonos. Por último, le confiscó 2.800 millones de pesos al Instituto de Ayuda Financiera de los militares para que el ministro De Vido pueda continuar con su dispendioso programa de “viviendas sociales”. Un programa que reporta grandes dividendos a varias “cooperativas piqueteras” y en especial a la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo.
Para solucionar la crisis energética el gobierno no tuvo mejor estrategia que repartir lámparas de bajo consumo al igual de lo hecho por Cuba y Venezuela y –como sucedió durante la crisis del gas- penalizar a los usuarios.
Frente a la crisis internacional, el gobierno ha demostrado aún menor creatividad. La estrategia oficial parece confiar en que finalmente los mercados tiendan al equilibrio y que la mejor forma de superar la crisis es permitir que los agentes económicos obren libremente. En otras palabras, en no hacer nada y aguardar que la crisis se resuelva sola. Salvando las lógicas diferencias, esta fue la estrategia aplicada por Hipólito Yrigoyen, en 1929.
En conclusión, la Argentina cuando menos, ha perdido el viento de cola que beneficio a su economía en los últimos años. Ahora falta saber cuáles serán las tensiones políticas resultantes de un brusco descenso en la tasa de actividad económica o incluso de una eventual recesión. Este será seguramente el panorama económico cuando el gobierno deba enfrentar las elecciones de octubre de 2009.
LA CRISIS FINANCIERA HA LLEGADO
Es hora de admitirlo. El mundo ha entrado en una crisis económica de carácter recesivo. Siempre que se desata una crisis nadie quiere admitirla. Existe la creencia que reconocer la existencia de una recesión sólo contribuye a acentuarla. En parte eso es cierto. La incertidumbre sobre el futuro suele afectar la confianza de los inversores y paralizar la actividad económica. Nada más espantadizo que un inversor. Ante el menor rumor de recesión, estos personajes prefieren desensillar hasta que aclare.
Pero, aunque a algunos les cueste reconocerlo públicamente, la recesión mundial es un hecho. Corresponderá a los economistas determinar que la originó y cuál es dimensión. Aunque George Soros ha augurado que se trata de “una tormenta mayor que cualquiera que haya ocurrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.
En una recesión global un factor incide sobre otro en una suerte de efecto dominó. Menor actividad económica significa menos exportaciones, menos consumo, menos puestos de trabajo, menos turismo, etc. Por lo tanto, si Soros tiene razón, el crecimiento del PBI per capita se reducirá drásticamente. Posiblemente, a la mitad de su record histórico de los últimos cuatro años donde alcanzó el 4,5%.
SUS EFECTOS EN ARGENTINA
La pregunta que muchos se hacen frente a esta situación es ¿Cómo afectará la crisis a la Argentina? Nuevamente, los economistas locales temen reconocer el impacto de la crisis mundial sobre la economía argentina. En especial temen ser acusados de generar pánico económico y atentar contra la política económica. Es que el gobierno suele practicar lo que Miguel Ángel Broda califica de “estrategia de barra brava” cuando alguien caracterizado formula una posición diferente. Mata al mensajero antes de evaluar la importancia del mensaje.
En consecuencia, la mayoría de los economistas argentinos optan por la prudencia al momento de evaluar el impacto local de la crisis mundial. Los más cercanos al poder, hablan incluso de un blindaje frente a la crisis gracias a las exportaciones de soja. Aunque hablar de blindaje en Argentina es como mencionar la soga en casa del ahorcado.
Los más realistas reconocen que la crisis impactará negativamente sobre la economía argentina pero minimizan este efecto negativo. Argumentan como Broda que el país esta en default, alejado del sistema financiero y sin inversiones directas, es casi inmune a la crisis. En otras palabras, estamos tan mal que nada nos puede afectar demasiado. Lamentablemente, esto no es cierto. No importa lo mal que estemos, siempre se puede estar peor.
¿Quién puede creer que, en un mundo globalizado y altamente interdependiente, un proceso recesivo en la mayor economía del planeta -20% de la actividad económica global- no afectará significativamente a todos los paísés? Sin dudas, los efectos negativos serán mayores en las economías más débiles entre las que se encuentra la argentina.
Recordemos aquel relato de 1952, donde Ray Bradbury, narraba como la muerte accidental de una mariposa en el Cretácico, durante un safari en el tiempo para cazar dinosaurios, provocaba una serie de transformaciones en cadena que culminaban en, la Chicago futurista de 2055, en una tragedia ecológica. Así de interconectado se encuentra el mundo actual.
Para los argentinos es sencillo recordar el impacto que sobre el país tuvieron otras crisis, surgidas en geografías remotas, sobre la década pasada. Crisis como la de las bolsas asiáticas, la de Rusia, el Efecto Tequila o la devaluación brasileña o Efecto Caipirinha, de 1997, jugaron un rol destacado en el proceso recesivo que condujo al traumático final de la convertibilidad.
Veamos otro ejemplo para evaluar correctamente la dimensión del problema. El turismo es en la Argentina la tercera fuente de divisas. En el 2007 ingresaron al país 4.542.996 turistas que gastaron aquí 4.173,2 millones de dólares. Con un proceso recesivo afectando a los Estados Unidos, Europa y Japón. ¿Cuántos turistas y dólares de estos países llegaran a Argentina durante el 2008 y el 2009?
Algo similar podría decirse de la producción y exportación de autopartes. En 2007 la producción de autopartes alcanzó la cifra record de 5.448 millones de dólares, de los cuales 2.144 millones se exportaron. El sector comprende 62.000 puestos de trabajo. ¿Una recesión mundial tampoco afectará a esta actividad no tradicional? ¿No se perderán empleos si desciende la producción de automóviles o las exportaciones de autopartes?
Dos hechos son indiscutibles. Hay una crisis recesiva mundial y esta crisis afectará negativamente al nivel de actividad económica de la Argentina.
LA DIARQUÍA KIRCHNERISTA FRENTE A LA CRISIS
La crisis era evidente a finales de octubre de 2007 cuando Cristina Fernández de Kirchner se impuso en las elecciones presidenciales. Muchos de sus votantes seguramente esperaban que profundizara los éxitos de la gestión económica de su esposo –cuatro años de crecimiento económico a tasas muy altas- corrigiendo sus errores.
No obstante, pese a que la situación internacional y nacional no es la misma de mayo de 2003, el binomio gobernante insiste en la misma receta sin cambios. Renovó los superpoderes para manipular el presupuesto nacional al margen de los controles institucionales. Para superar la falta de financiamiento externo colocó más bonos en Venezuela a la generosa tasa del 10,5% -muy superior a la del FMI-; aumentó las retenciones al agro y, por último, se apropio del dinero de los jubilados. Le cambió mil millones de dólares al ANSES y las AFJP por más bonos. Por último, le confiscó 2.800 millones de pesos al Instituto de Ayuda Financiera de los militares para que el ministro De Vido pueda continuar con su dispendioso programa de “viviendas sociales”. Un programa que reporta grandes dividendos a varias “cooperativas piqueteras” y en especial a la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo.
Para solucionar la crisis energética el gobierno no tuvo mejor estrategia que repartir lámparas de bajo consumo al igual de lo hecho por Cuba y Venezuela y –como sucedió durante la crisis del gas- penalizar a los usuarios.
Frente a la crisis internacional, el gobierno ha demostrado aún menor creatividad. La estrategia oficial parece confiar en que finalmente los mercados tiendan al equilibrio y que la mejor forma de superar la crisis es permitir que los agentes económicos obren libremente. En otras palabras, en no hacer nada y aguardar que la crisis se resuelva sola. Salvando las lógicas diferencias, esta fue la estrategia aplicada por Hipólito Yrigoyen, en 1929.
En conclusión, la Argentina cuando menos, ha perdido el viento de cola que beneficio a su economía en los últimos años. Ahora falta saber cuáles serán las tensiones políticas resultantes de un brusco descenso en la tasa de actividad económica o incluso de una eventual recesión. Este será seguramente el panorama económico cuando el gobierno deba enfrentar las elecciones de octubre de 2009.
Prof. Adalberto Agozino
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